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27 de diciembre de 2012

CONSTRUYAMOS UNA NUEVA HUMANIDAD

Por Mario Sosa

Sin excepción alguna, la especie humana es la única capaz de conocer, discernir y decidir conscientemente.  Es, de hecho, la síntesis a través de la cual se ha llegado a tener conciencia de lo existente y a potenciar esa síntesis al punto de llevarla a estadios de desarrollo espiritual y material que, contradictoriamente, pueden manifestarse en la máxima entrega por el Hermano al mismo tiempo que en las formas más extremas de asumirlo como un objeto-mercancía, al punto de hacerle padecer las más horrendas experiencias en lo individual y colectivo, al punto inclusive de pretender, provocar y lograr su exterminio.

Eso somos como humanidad. Sublime y cruel al mismo tiempo. En nombre de Dios, la civilización, la democracia, el desarrollo y cualquiera otra invención e idea que se tenga al respecto, podemos cometer los más crueles actos de genocidio y sostenemos los regímenes y sistemas sociales más despóticos, represivos, enajenantes, expoliadores y explotadores. Somos todavía la manifestación del salvajismo.
Y no obstante los actos de amor y entrega por el prójimo, que también están inspirados en múltiples y diversos ideales, lo predominante es lo más turbio de nuestra especie.  Como humanidad continuamos afincados en los intereses de quienes históricamente han dominado en cada una de las sociedades específicas y de quienes dominan en la aldea global. Y en esta etapa de la histórica todos compartiendo una misma lógica: la capitalista, el interés por acumular, enriquecerse y apoderarse incesantemente a costa de lo que sea, inclusive de nuestros ideales, dioses… y de nosotros mismos.

Es por eso que la vida misma hoy puede valer todo al mismo tiempo que nada.  Hoy una vida puede ser la causa para entregar la propia. Pero al mismo tiempo, puede y suele ser una simple mercancía y objeto que se despoja sin el mínimo remordimiento. 
Lo dominante es que la madre naturaleza sea un simple recurso, pues -se justifica- finalmente no es parte de nuestra especie. Un niño o una niña se venden y se compran, vivos o muertos, siendo que a veces sólo interesa de éstos algún órgano para su intercambio. Una niña puede ser objeto de codicia y compra para su uso y explotación sexual. Un niño puede ser violado sin el más mínimo detenimiento moral, siendo que lo importante es la satisfacción errada. Es indudable, somos una especie socialmente enferma y tal parece que así seguimos construyéndonos. Y qué decir de formas “menos extremas” como la enajenación que padece la clase trabajadora o los millones de Hermanos y Hermanas que hoy se debaten entre el desempleo, la marginación, la exclusión, la miseria, el hambre.

Se amenaza, se tortura y mata a quien se opone a estas y otras formas de apropiación de la naturaleza y la vida misma; y de esto sobran ejemplos a lo largo de la historia y en el acontecer actual en Europa, África, Asia, Oceanía y América, o para no pensar lejanamente, en nuestro país, estado, ciudad, municipio, pueblo, comunidad, barrio.
Se hace la guerra y se utilizan las armas más poderosas jamás inventadas. Se crean campos de concentración –como Auschwitz-Birkenau y Guantánamo– los cuales en ocasiones suelen ser países y pueblos enteros como sucede con el pueblo palestino. De hecho, existen industrias altamente lucrativas dedicadas a perfeccionar los métodos, mecanismos y armas, y existen políticas para hacerlas avanzar con los dineros inclusive de los pacifistas más extremos que con sus votos renuevan gobiernos imperiales y con sus impuestos financian guerras genocidas. Y es que en la mayor parte de casos –si no todos– los Estados han sido creados, mantenidos y reproducidos para garantizar estas formas de producción, apropiación y terror.

Existen asimismo muchas instituciones sociales que acuerpan estas formas de dominio, opresión, apropiación y terrorismo. En la familia, los hijos son objeto de apropiación antes que seres a quienes se educa para la libertad, y se les instruye para reproducir lo establecido, al punto de dar la vida bombardeando escuelas con bombas de racismo o con armas biológicas, todo por la supuesta libertad, democracia, civilización.  En la iglesia, “el alma” puede llegar a ser una mercancía: me apropio de las almas de los “fieles” para extraer de ellos, con justificaciones divinas, los frutos del trabajo digno –desde una gallina hasta una propiedad de gran valor– que va directo a los bolcillos del pastor, guía, sacerdote, y su séquito, articulados como sagrada institución que, al mismo tiempo acompaña cruzadas y campañas de guerra, bendiciendo cómplicemente nuevos regímenes.
Pero no es pesimismo lo que expreso. Creo que es una mirada objetiva, crítica y esperanzada en que  las ideas, ideales y acciones más sublimes que la humanidad ha concretado, desde distintas fuentes (religiosas, políticas, humanistas), se conviertan en dominantes y nos permitan instaurar sociedades, regímenes y sistemas en los cuales la dignidad, la solidaridad, el amor sean el pan nuestro de cada día. Sociedades, regímenes y sistemas en donde la producción se oriente a la felicidad, donde gobernar sea para el bien común, donde predicar sea para practicar. Donde la Humanidad llegue a estar tan orgullosa de sí misma, al punto de presumir la erradicación del hambre y la miseria, de haber logrado la paz, de haber instaurado la igualdad, la fraternidad y la libertad.

En este tiempo en que cerramos un ciclo de larga duración con la conmemoración del Oxlaju B’aak’tun e iniciamos uno nuevo con esperanzas renovadas, comparto estas reflexiones y me uno espiritualmente a las mujeres y hombres de buena voluntad, con propósitos sublimes, con fuerte dósis de rebeldía y comprometidos a cambiar este mundo. Deseo y aporto mi ser para que nuestros caminos se encuentren en el esfuerzo por concebir y avanzar hacia una Humanidad cuyo carácter sea radicalmente distinto al que hoy nos imponen los poderosos.
Por eso mi buen deseo para este nuevo ciclo se liga a la consigna ¡Por una nueva Humanidad! y a mi compromiso por continuar aportando en esa búsqueda ineludible. Estoy convencido que en ese camino nos encontraremos fraternalmente.

14 de diciembre de 2012

UN CRITERIO TÉCNICO Y UN CRITERIO CONSTITUCIONAL PARA EL MINISTRO DE TRABAJO

Por Mario Sosa

El ministro de trabajo de Guatemala, Carlos Contreras, afirmó el día 30 de octubre, que el salario mínimo para el 2013 debe discutirse a partir de criterios técnicos y no de criterios políticos.

Pues bueno, aquí le va un criterio técnico. señor ministro.

Según el INE, la Canasta Básica Vital asciende, al mes de noviembre de 2012, a Q.4,761. Esto implica que el salario para actividades agrícolas y no agrícolas de Q68.00/día y para la industria de maquila de Q.62.50/día, son absolutamente insuficientes.

Así por ejemplo, si un trabajador o trabajadora devenga en promedio Q68.00 por día, esto haría que perciba Q. 2,040 al mes, lo cual apenas le alcanza para cubrir el 42.85% de las necesidades vitales. Es aún más deficitario si el trabajador o trabajadora no está contratada por mes, sino por día laborado, es decir, bajo condiciones de flexibilidad laboral como le llaman los empresarios. Si este es el caso y el trabajador o trabajadora tiene la suerte de trabajar 26 días al mes, estaría percibiendo Q.1,700.00 mensuales, es decir, apenas el 35.7 necesario para satisfacer las necesidades vitales.

Siendo esta la crítica situación de la clase trabajadora, plantearse el salario mínimo para el año 2013, además de lo insuficiente que resulta el salario mínimo actual, requiere considerar un aspecto técnico también fundamental, que consistente en el incremento promedio de la Canasta Básica Vital de Q.35.00 por mes. Esto implica que a diciembre de 2013, dicha Canasta alcanzaría los Q. 5,216.

Qué le parece este criterio técnico, señor ministro.

Pero agrego uno de carácter constitucional: el Estado está obligado constitucionalmente a jugar un papel tutelar con respecto al trabajador y trabajadora. Esto implica que en el marco de la Comisión Nacional del Salario, el ministro seguramente estará del lado de la clase trabajadora y no de la burguesía, con lo cual nos garantizaremos que el salario mínimo para el 2013, será acordado en no menos de Q. 5 mil.

Está por demás decir que estos criterios técnicos son su obligación constitucional, señor ministro, siendo además que el Estado está obligado a garantizar el bien común, que en este caso está situado en el interés de la mayoría de ciudadanos y ciudadanas guatemaltecas: la clase trabajadora.