Las comunidades, que han mostrado bajo la
opresión más dura condiciones de resistencia y persistencia realmente
asombrosas, representan (…) un factor natural de socialización de la tierra. El
indio tiene arraigados hábitos de cooperación. Aun cuando de la propiedad
comunitaria se pasa a la apropiación individual la cooperación se mantiene; las
labores pesadas se hacen en común.
Mariátegui,
Ideología y política
En el marco
de un debate iniciado por el Foro Mundial de Alternativas (FMA) respecto del
destino de las agriculturas y las poblaciones del campo en Asia, América Latina
y África, debate cuyo primer episodio tuvo lugar en Beijing, China, en octubre
de 2010, y el segundo en La Paz, Bolivia,los días 22 al 24 de octubre de 2013,
los participantes: representantes de organizaciones sociales y productivas,
miembros de organismos civiles, académicos, funcionarios públicos y
legisladores, formulamos el siguiente llamamiento a los pueblos y gobiernos de
nuestro Continente.
América Latina, el Caribe y el mundo enfrentan
un reto de enormes proporciones, una crisis que incluye entre otras dos
dimensiones fundamentales: el dramático deterioro ambiental y la profunda
debacle alimentaria. Estamos en una
encrucijada de orden civilizatorio ante la que sólo se abren en dos caminos: el
de un acaparamiento, concentración y extranjerización de las tierras de los
campesinos, de los indígenas originarios y de los afrodescendientes sólo
comparable con la que se dio durante la Colonia, para operar en los nuevos
latifundios minería tóxica con tajos a cielo abierto, grandes presas que
destruyen cuencas y una agricultura extractiva, rentista y especulativa, vía
que profundiza la crisis; y el que mediante el fortalecimiento del mundo
campesino-indígena y de la agricultura que practican sus hombres y mujeres,
tanto la comunitaria de los ayllus y otras figuras ancestrales, como la
familiar y la cooperativa, detiene el
deterioro ambiental y la crisis alimentaria a través de aprovechamientos
sostenibles, diversificados y respetuosos de la naturaleza.
La disyuntiva es civilizatoria y supone definiciones
globales y estratégicas. Al respecto nuestra opción es clara: entre el
agro-negocio y la agri-cultura nos adherimos al paradigma que inspira a las
comunidades indígenas originarias, afrodescendientes y campesinas; alternativa
con la que coinciden muchas voces, entre ellas la del relator de la ONU para la
agricultura y la alimentación y todas aquellas instancias internacionales que
han reconocido las virtudes productivas y socioambientales de la pequeña y
mediana agricultura.
La vía que proponemos es estratégica, pero su
adopción demanda también acciones inmediatas: leyes, políticas, programas e
iniciativas específicas que avancen por la ruta de la soberanía alimentaria, la
defensa de la naturaleza y la restauración de la convivencia social. Esto pasa
por el respeto a la diversidad sociocultural de los pueblos y el reconocimiento
de sus derechos territoriales y autonómicos de base comunitaria, pero también
por la profundización e intensificación de los procesos democráticos
nacionales.
El problema del hambre, que agravia a más de 800
millones de personas, nos concierne a todos: quienes producen y consumen
alimentos y quienes sólo los consumen, razón por la cual demanda estrategias
integrales de planeación rural y urbana. Pero ante todo es necesario que las
comunidades, las regiones, los países y la humanidad entera recuperen la
soberanía alimentaria cedida a las trasnacionales. Y para recuperarla no
podemos apostar por un agronegocio al que sólo mueven las ganancias que
reportan la agroexportación y el monocultivo; un modelo tecnológicamente
predador, socialmente injusto y ambientalmente insostenible que con su abuso de
los agrotóxicos envenena a la naturaleza, a los productores y a los
consumidores; una economía especulativa que lucra con el hambre. Sin ser
excluyente, pues cuando se trata de los alimentos nadie está de más, la opción
más promisoria y estratégica es la pequeña y mediana producción; una agricultura
que pese al abandono, desgaste y agresiones a los que ha sido sometida, sigue
alimentando a gran parte del mundo con productos no solo sanos sino también
identitarios, es decir representativos de la diversidad sociocultural.
Pero la pequeña y mediana agricultura no podrá
potenciarse y alimentar a una población mundial creciente si se les siguen
quitando tierras y aguas a los campesinos, las comunidades indígenas
originarias y los afrodescendientes. Despojo que se intensificó en las últimas
décadas y que en los años recientes devino carrera vertiginosa por repartirse
el mundo barriendo con quienes lo habitan y lo mantienen vivo. Es necesario, es
urgente, detener yrevertir este procesorestituyendolas tierras y territorios
que les fueron arrebatadosa los indígenas, campesinos y afrodescendientes,
incluyendo especialmente en este acto de justicia a las mujeres, cuyos derechos
generales y agrarios han sido históricamente ignorados por el patriarcalismo ancestral
y aun imperante. Y este rediseño de la tenencia de la tierra habrá que lograrlo
no mediante bancos de tierras o entrega condicionada y a cuentagotas de
parcelas familiares, sino a través de verdaderas reformas agrarias: mudanzas profundas
que permitan restaurar la relación originaria de las comunidades con sus
ámbitos territoriales, rota de antiguo por un sistema privatizador y anti
campesino.
La restitución es indispensable desde la
perspectiva del hambre, pues no se puede esperar un aporte decisivo de los
campesinos a la soberanía alimentaria si estos no tienen tierras suficientes. Pero
la restitución debe hacerse también y sobre todo porque es un derecho de los
pueblos, un derecho histórico sustentado en la ocupación ancestral y reafirmado
por el trabajo.
Defender ypotenciar la buena agricultura que
practican las mujeres y los hombres del campo pasa por cambiar los patrones
actuales de tenencia de la tierra y por reconocer los sistemas políticos de los
pueblos indígenas originarios. Pero no puede quedarse en esto pues está visto
que en un entorno económico desfavorable y sin recursos para cultivarlas y
vivir dignamente de ellas, los campesinos abandonan o enajenan sus parcelas. Es
necesario entonces que los gobiernos se comprometan con políticas de fomento
agropecuario diseñadas no como hasta ahora para favorecer al agronegocio y
hacer dependientes a los campesinos fomentando el uso de agrotóxicos y de
semillas transgénicas, sino adecuadas a sus necesidades, usos, y prácticas
agrícolas; lo que incluye infraestructura, crédito, esquemas de comercialización,
investigación tecnológica, entre otros bienes y servicios Políticas y accionesque
no deben diseñarse e implementarse desde arriba sino en diálogo y consenso con
los productores, sus comunidades y sus organizaciones, que son quienes en
verdad saben lo que necesitan.
La crisis ambiental que nos sacude es una
catástrofe antropogénica, o más bien mecadogénica, que a todos incumbe. Sin
embargo lo que se haga en el ámbito rural por contenerla es decisivo pues es ahí
donde se escenifica la más dramática destrucción de los ecosistemas y las
culturas rurales y donde la batalla por su preservación y restauración es más
intensa. Y en esta batalla los campesinos, indígenas originarios y afrodescendientes
son protagonistas mayores pues, para ellos la madre tierra no es un simple
medio de producción ni menos una mercancía, sino parte sustantiva de un binomio
inseparable, de un todo armónico constituido por sociedad y naturaleza.
Los campesinos no sólo nos alimentan, al mismo
tiempo preservan la vida del planeta. Pero también en este ámbito tienen
derecho al apoyo: por una parte la comprensión, respaldo y corresponsabilidad
de la población urbana y por otra el reconocimiento y retribución de sus aportes
por parte del Estado. La madre naturaleza no tiene precio pero los esfuerzos
para devolverle la salud que le hemos quitado suponen costos que la sociedad
debe reconocer y sufragar.
Sin la participación de todos en las decisiones,
es decir sin democracia, los caminos se cierran. Y el mundo rural la necesita
con urgencia. Pero también en esto los indígenas, campesinos y
afrodescendientes nos enseñan que no hay una sola manera que practicar la
democracia sino muchas. Y ellos priorizan la democracia participativa y
consensual, una democracia desde abajo, una democracia comunitaria que es la única que legitima a los gobiernos
locales, provinciales y nacionales.
La gran crisis no sólo es ambiental y
alimentaria, también es civilizatoria por cuanto pone en cuestión los grandes
paradigmas de la modernidad: el desarrollo y el progreso entendidos como
crecimiento económico a toda costa.Y también ahí el mundo indígena y campesino
nos da lecciones. Por una parte el concepto del buen vivir propio de los pueblos
mesoamericanos, andino amazónicos, chaqueños, de la sabana, del Orinoco entre
otros muchos originarios; pero también el concepto de bienestar como aspiración
ancestral de todos los campesinos del mundo. Paradigmas, estrategias de
pensamiento y sistemas de valores que en tiempos de crisis e incertidumbre son
sin duda inspiradores.
Colombia es emblemática tanto de la crisis como
de las vías que se van creando para superarla. Por ello los participantes en el
seminariomanifestamos a la comunidad
internacional nuestro apoyo al proceso de paz, en la perspectiva en que
contribuya a la transformación de la estructura agraria de un país al que
caracteriza la más extrema concentración de la tierra. De igual manera hacemos
votos porque el fin del conflicto armado signifique el pleno reconocimiento de
las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes que han sido sus
principales víctimas.
Angelina
Herrera - Cuba
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Luciano
Concheiro – México
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León
Enrique Ávila – México
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Yolanda
Massieu Trigo – México
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Violeta
Nuñez - México
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Patricia
Couturier – México
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Elsa
Guzmán Gómez - México
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Eduardo
Marrufo – México
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Armando
Bartra - México
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Carlos
Rodriguez - México
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Bernardo
Mançano - Brasil
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Antonio
Thomaz Jr. – Brasil
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Eraldo da Silva - Brasil
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Clifford
Andrew Welch – Brasil
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Eliane
Tomiasi - Brasil
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Osvaldo
Aly - Brasil
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Carlos
Porto Gonçalvez - Brasil
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Juan
Wahren - Argentina
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Luis
Daniel Hocsman - Argentina
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Mario
Sosa - Guatemala
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Licerio
Camey - Guatemala
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Francisco
Hidalgo - Ecuador
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Gonzalo
Herrera - Ecuador
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Esteban
Daza - Ecuador
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Carlos
Pastor - Ecuador
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Claudia
Pilar Lizarraga – Bolivia
|
Carlos
Vacaflores - Bolivia
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Juan
Guillermo Ferro Medina – Colombia
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Gabriel
John Tobón - Colombia
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Laureano
del Castillo – Perú
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Miluska
Carhuavilca - Perú
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Oscar
Bazoberry – Bolivia
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Juan
Valdes Paz – Cuba
Francois
Houtart (Foro Mundial Alternativas)
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Eladio
Morales - Colombia
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