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30 de julio de 2010

Los falsos saldos del 9 de septiembre

Mario Sosa
Guatemala, 26 de septiembre de 2007


“Las elecciones del 9 de septiembre constituyen una victoria de la democracia política,de sus instituciones, de sus partidos, de las esperanzas.”
Edelberto Torres-Rivas
elPeriódico, 23 de septiembre de 2007.


Las elecciones del 9 de septiembre se constituyeron en un procedimiento que validó la sustitución de gobernantes en el ámbito local y nacional. Quienes hacen apología de las elecciones, argumentando el 60% de participación de la ciudadanía empadronada, hablan del triunfo y consolidación de la democracia. Quienes perdieron hablan de las perversidades del sistema que impiden una participación en igualdad de condiciones, aseveración con la cual estoy de acuerdo pero no explica suficientemente su derrota.

Lo cierto del caso es que, en la cita de Edelberto Torres-Rivas, “Las elecciones del 9 de septiembre constituyen una victoria de la democracia política, de sus instituciones, de sus partidos, de las esperanzas.” se ponen en cuestión varios asuntos alrededor de lo que produjo este proceso eleccionario.

1. La democracia no es el simple depósito de papeletas. Antes que un ejercicio democrático, en nuestro país resulta en un derecho amañado, al cual se llega después de una manipulación financiera (con campañas millonarias y obscenas en un país con el 80% de pobreza), institucional (con uso del erario público, de las instituciones del Estado), mediática (con preferencia de espacios y con encuestas catalogadas como inductoras del voto hacia una u otra opción empresarial), ideológica (con manejo de símbolos y rituales religiosos y del miedo en segmentos de población que se conducen a partir de la superstición), criminal (con la intimidación y asesinato de oponentes), política (con prácticas clientelistas, venta de candidaturas, acarreo, fraude local, exclusión de candidatos de los “debates públicos”).

No obstante aquellos votos depositados por ciudadanos con conciencia plena a partir de optar por una propuesta que les convence más allá del spot publicitario, la mayoría de ciudadanos ejercen este derecho a partir de la manipulación que los embauca. A lo que hay que agregar que cada voto tiene un peso similar en las elecciones, cuando votan muertos, personas con doble cédula, cuando existe el acarreo y el fraude electoral local, cuando se vota sin información y formación ciudadana, etc. ¿Es esto democracia?

El hecho que participen partidos autodenominados de izquierda, en las condiciones del sistema “democrático” en que lo hicieron y con las posibilidades objetivas que se conocía tenían dichas fuerzas –más allá de los deseos y autocomplacencias de sus militantes-, no hace que estemos en presencia de un sistema democrático, donde la competencia es por demás inequitativa y desigual. ¿O qué entendemos por democracia? Acaso es el sistema donde el tiburón se come a la sardina.

2. Asistimos a un proceso electoral, además, en donde la institucionalidad electoral se vio cuestionada por la inoperancia del Tribunal Supremo Electoral para normar el proceso (campañas millonarias adelantadas), para garantizar candidatos confiables (candidatos sin el finiquito correspondiente) y para verificar la limpieza del padrón electoral (denuncias y conflictos por supuestos fraudes “locales”).

Del proceso electoral no resulta un sistema de partidos fortalecido, con procesos políticos institucionalizados. Todo lo contrario. Se impuso el caudillismo, la imposición y venta de candidaturas, el compromiso con poderes –lícitos e ilícitos- externos a los mismos, transacción de votos para la segunda vuelta, etc. Los partidos, en general, siguen siendo cascarones que se llenan de retacitos cada cuatro años para reproducir en sistema de privilegios e impunidad. Los partidos nacen y mueren con la muerte política o física de sus dueños o caudillos. A esto se agrega que los partidos políticos no llegan a constituirse en representantes y representativos de sectores sociales vinculados al pueblo, sino a elites históricamente dominantes y sectores cuestionados por su supuesta procedencia criminal y genocida, a las cuales efectivamente sí les sirven de intermediarios. Los partidos políticos no cumplen con su función de intermediarios y la ciudadanía tampoco los percibe como tales. Su desgaste los hace instituciones con escasa legitimidad dada por un apoyo en votos insuficiente, etc.

3. Después de las elecciones recién pasadas, es inobjetable la hegemonía de las clases dominantes. La ciudadanía -en su carácter contradictorio- sabe y hasta rechaza a los partidos políticos por las prácticas corruptas que los vinculan directamente o los enlodan aunque estos no incurran en tales, pero al mismo tiempo se vinculan a estos a través de su afiliación, militancia y votos.

Pero más allá del sentido común –articulado y construido con cancioncitas y discursos- que le diría a la ciudadanía justificación para creer en esperanzas (como expresión de la superstición y falta de fundamentos objetivos que caracteriza la cultura política dominante en Guatemala), los cierto es que en la segunda vuelta estamos ante dos fuerzas de derecha que no garantizan el tratamiento y solución coherente y estratégica de los graves problemas que enfrenta el país, sino la reproducción de un régimen económico, social y político al servicio de las clases dominantes: del capital nacional y transnacional, y de elites de intermediarios: como la mayoría de los políticos que ya conocemos o conoceremos en el Congreso de la República.

Ante estos y un conjunto de elementos que no han sido abordados en este artículo, pero que han sido suficientemente documentados por estudios de diverso corte teórico y metodológico, lo que se puede afirmar es que la democracia política, sus instituciones y partidos políticos han obtenido una victoria pírrica, con altos costos financieros, institucionales y ciudadanos, en donde la corrosión de la política “democrática” se encuentra cada vez mas extendida.

Concluyo preguntando: ¿De qué victoria de la democracia política, de sus instituciones, de sus partidos, de las esperanzas, puede hablarse? Seguramente de “otra victoria” y “en otro sentido”.

www.albedrio.org

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