Por Mario Sosa
https://www.plazapublica.com.gt/content/disputa-entre-derechas
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Desde 2017 se observa con mayor claridad un bloque de fuerzas que
aglutina a militares, políticos y empresarios —llamado Pacto de Corruptos—, el
cual avanza en sus afanes de mantenerse en el control del Estado y en la
impunidad.
Ese bloque de poder, además de controlar el Ejecutivo y el Legislativo,
ha tenido la capacidad de copar las más importantes instituciones del Estado
(el Ministerio Público, la Corte Suprema de Justicia, el Tribunal Supremo
Electoral y, recientemente, la Contraloría General de Cuentas) o de
garantizarse en ellas decisiones en función de sus intereses. Si avanzan en su
dominio de la Corte de Constitucionalidad, cerrarán las posibilidades para su
relevo. Muy probablemente se consolidarán como bloque de poder y harán
retroceder aún más al país al instaurar una agenda gubernamental, legislativa y
judicial en función de sus intereses de enriquecimiento, acumulación e
impunidad.
En el ámbito de la contienda electoral es evidente que las fuerzas que
integran dicho bloque compiten utilizando una diversidad de partidos políticos,
entre los cuales sobresalen las candidaturas de Zury Ríos, Alejandro
Giammattei, Roberto Arzú, Mario Estrada, Fredy Cabrera, Estuardo Galdámez y
Julio Estrada, entre otros. Esto responde a intereses particulares y a
contradicciones secundarias que los llevan a competir por posicionarse como la
principal fuerza electoral del bloque de poder. Tal fraccionamiento no impide
su articulación en torno a las políticas que comparten y muy probablemente no impedirá
su alianza alrededor de la candidatura que finalmente represente la mejor
posibilidad para ganar la elección y mantenerse en el control de las
principales instituciones del Estado.
En el ámbito económico han venido compartiendo una agenda que les ha
garantizado mayores niveles de enriquecimiento y acumulación de capital, por
ejemplo el control de los presupuestos, las inversiones y las obras públicas;
la contención del aumento al salario mínimo, y la garantía de ventajas y
privilegios fiscales, como sucedió recientemente con el sector cafetalero, que
logró este tipo de beneficios con la justificación recurrente de la disminución
de los precios del café.
En el ámbito político comparten una agenda de control de segmentos de la
oposición política, de represión contra la protesta social, que representa
resistencia a proyectos extractivos, y de confrontación parcial con Estados
Unidos, en particular en materia de justicia e impunidad. En torno a la
competencia electoral, esta agenda se desarrolla en dirección a la
judicialización de candidaturas como la de Thelma Aldana, del partido Semilla,
uno de sus principales contendientes electorales. Aldana, una candidata de
derecha, representa la figura que atentó contra dicho bloque de poder desde su
gestión en el Ministerio Público, que abandera una agenda contra la impunidad y
la corrupción y que goza del apoyo privilegiado de la embajada estadounidense
en sus planes para Guatemala. Otra de esas candidaturas es la de Sandra Torres,
de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), quien, no obstante su cercanía al
bloque de poder porque representa la reproducción del modelo económico y
comparte objetivos de impunidad por su interés de evitar su procesamiento por
financiamiento electoral ilícito, representa una fuerza que les disputará el
control de la cosa pública. En caso de que Aldana o Torres ganara la elección,
esto representaría una recomposición de fuerzas en la dirección del Estado y,
por consiguiente, en los matices que adquiriría durante los siguientes cuatro
años el actual modelo de enriquecimiento y de acumulación de capital.
En esta disputa, no obstante, penden de un hilo legal las tres candidaturas
que encabezan las encuestas. En este sentido, de prosperar el impedimento legal
a la participación de Zury Ríos, del partido Valor, muy probablemente se
registre una importante recomposición de fuerzas en torno al proceso electoral
en el bloque de poder que actualmente controla el Estado. De proceder el
impedimento contra Torres, muy probablemente la UNE, con su capacidad
organizativa y financiera, logre una bancada numerosa, con la cual tendría
condiciones de negociación favorables. Y Semilla, por su parte, es probable que
sin candidata presidencial obtenga una bancada respetable, pero de entrada
dividida entre un grupo conservador devenido de la plataforma de Aldana y uno
progresista devenido de la organización partidaria.
Así las cosas, la disputa entre las derechas sigue en ciernes y se
dilucidará en una contienda electoral en la cual son hegemónicas.
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