Por Mario Sosa
9 de septiembre 2019
https://www.plazapublica.com.gt/content/repensando-la-reforma-del-sistema-de-partidos-politicos
9 de septiembre 2019
https://www.plazapublica.com.gt/content/repensando-la-reforma-del-sistema-de-partidos-politicos
La teoría política sobre los partidos políticos plantea que este tipo de
instituciones, propias de la democracia representativa, tienen funciones de
primer orden que trascienden su papel en la competencia por espacios de poder
en el Estado. Estas funciones principales son las de representar, agregar e
intermediar intereses de la ciudadanía.
En contextos como el guatemalteco, en el cual ha sido configurado un
sistema de partidos políticos de orientación conservadora, tales funciones han
sido plenamente cumplidas en favor de grupos de poder económico y social. Los
principales partidos en cada coyuntura o período de gobierno han legislado y
dirigido las políticas públicas con el propósito de beneficiar los intereses de
grupos corporativos, grandes empresas de capital local y transnacionales. Esto
se expresa en ejemplos como la Ley de Minería; la política económica,
financiera y crediticia, y la Ley Tigo, entre muchos otros.
Los partidos políticos han sido orientados, asimismo, a tratar de que
sus dirigencias se consoliden como intermediaciones principales de grupos de
poder y se beneficien personalmente del manejo de instituciones y presupuestos,
lo que ha quedado claro con su involucramiento en redes y estructuras de
corrupción y crimen organizado, así como para satisfacer las visiones del mundo
y de la vida de fuerzas poderosas en lo económico, social, político y religioso
garantizando la reproducción del statu quo,
promoviendo un Estado cada vez menos laico, que se niega a reconocer los
derechos colectivos de los pueblos indígenas, las mujeres y los grupos de la
diversidad sexual, y retrotrayendo los pocos avances en materia de
interculturalidad.
Investigaciones académicas y judiciales han desvelado a los partidos
políticos como instrumentos que operan en la reproducción de la captura del
Estado. Y lo son en tanto funcionan como propiedad de sus dueños y financistas,
siendo estos grandes empresarios, militares en retiro de alto rango, líderes
religiosos e incluso jefes de redes criminales de distinto tipo y escala.
Sin duda, excepciones las hay, pero lo predominante en el sistema de
partidos políticos es lo antes dicho. En este sentido, el problema esencial no
es la falta de institucionalización de tales instituciones, sino una
institucionalización de las relaciones de poder, de los intereses, de las
visiones y de las prácticas que los determinan en su carácter, que tienden a
excluir de sus funciones de representación e intermediación a mayorías
sociales, con lo cual mantienen y reproducen exclusiones de larga data. De ahí
que su orientación no sea la búsqueda de soluciones a los problemas históricos
y estructurales.
Quienes controlan el sistema de partidos políticos desde afuera y desde adentro acuden
a las elecciones con múltiples factores de ventaja: articulan y accionan para
sí las fuentes de financiamiento, el aparato del Estado, los medios de
comunicación masiva, las Iglesias, los poderes regionales y locales y las
instituciones electorales y judiciales para dirimir sus recurrentes
contradicciones y garantizar, al final de cada proceso electoral, el control de
los organismos públicos y de las políticas, a los que acceden a través de los
partidos y de aquellas otras instituciones que mantienen capturadas a través de
otros mecanismos de representación y selección.
En este marco, la intermediación que logran segmentos sociales excluidos
es de carácter débil porque sus expresiones partidarias actúan de forma
desarticulada y, por consiguiente, reproducen su marginalidad. Asimismo, dichos
segmentos sociales son de carácter contingente, en especial cuando activan
formas de movilización y de protesta social con las cuales presionan la
apertura de espacios de diálogo y gestión pública cuyos resultados, no
obstante, son insuficientes.
Modificar el carácter y la problemática compleja del sistema de partidos
políticos será complicado si no se crean condiciones de distinto orden como una
democratización del financiamiento electoral, del acceso a los medios de
comunicación masiva y de la representación indígena y de mujeres en las
instancias de decisión partidaria y en los listados de participación electoral,
así como el establecimiento y fortalecimiento de los mecanismos de control de
los financiamientos ilícitos y de las coimas para la aprobación de leyes,
políticas y obras, entre otras.
En un momento en el cual se abrirá la discusión sobre nuevas reformas a
la Ley Electoral de Partidos Políticos, será esencial trascender los enfoques
institucionalistas y replantear las estrategias para lograr cambios que
permitan configurar un sistema de partidos políticos menos capturado.
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