La llegada a Guatemala del vicepresidente de Estados
Unidos, Mike Pence, vuelve a revelar la condición de Guatemala de Estado
vasallo. En vez de gestionar los intereses de los guatemaltecos, el Gobierno se
limitó a reproducir las órdenes que el
señor Pence vino a trasladarles a los presidentes de Honduras, El Salvador y
Guatemala.
El señor Pence llegó a Guatemala el 28 de junio.
Como es usual, no se conocen los puntos esenciales de la agenda ni los términos
en que estos iban a ser planteados por Pence. No obstante, dos asuntos
centrales pueden suponerse a partir de las declaraciones públicas: 1) los
avances y las orientaciones para la ejecución del Plan de la Alianza para la
Prosperidad del Triángulo Norte y 2) la política de seguridad de Estados
Unidos, en la cual se incluyó el control de las fronteras, la lucha contra el
narcotráfico y el freno a la migración. Es indudable que la agenda de la
reunión fue dictada por Estados Unidos y que para nada fueron incluidos los
asuntos de interés nacional de nuestros países.
En ese contexto, los discursos fueron
indignantes y vergonzantes. Pence se dedicó a clarificar e indicar la política
de Estados Unidos en materia de migración afirmando que para ellos este es un
problema de seguridad nacional. Seguidamente indicó que los Gobiernos debían
respetar la soberanía de Estados Unidos, hacer esfuerzos para fortalecer las
fronteras, limitar el paso de drogas y generar prosperidad interna para reducir
la migración. Amenazó con que la política estadounidense era asegurar su
frontera «y ponerle punto final a la amenaza».
Con esa orden, los presidentes
centroamericanos se limitaron a informar de los esfuerzos que hacen en esas
materias y tibiamente demandaron la reunificación familiar de los migrantes
capturados en Estados Unidos. En particular, el Gobierno guatemalteco le pidió
con timidez al de Estados Unidos instituir el estado de protección temporal
para los migrantes guatemaltecos (TPS, por sus siglas en inglés). Vergonzante
fue la réplica que el gobernante local hizo de la tarea de impulsar una campaña
para promover que los guatemaltecos no migren hacia ese país.
Quienes esperaban una disculpa del
señor Pence por el asesinato de la ciudadana guatemalteca Claudia Gómez a manos
de un guardia fronterizo el 23 de mayo se equivocaron. Quienes pensaron que
habría alguna explicación por el secuestro y las torturas psicológicas de niños
separados de sus padres migrantes también erraron. Todo lo contrario: el
discurso del emisario estadounidense estuvo marcado por amenazas e imposiciones
toleradas sumisamente por los gobernantes centroamericanos.
En este marco, las familias presas en
Estados Unidos, después de haber sido capturadas por sus fuerzas de seguridad,
seguirán sin encontrar solución a su grave situación. Al ser catalogados de
ilegales, de delincuentes y de una amenaza a la seguridad nacional, continuarán
sometidos a tratos crueles. En esas condiciones su calvario se extiende y
profundiza.
Las guatemaltecas y los guatemaltecos
migran por la violencia y la pobreza, pero principalmente por un modelo
económico que los expulsa y orilla a ese camino de explotación, cuando no de
tortura. Ante la carencia de otras opciones, sin duda seguirán migrando aun
bajo la amenaza instituida por Estados Unidos con su política migratoria,
caracterizada por su racismo y violatoria de derechos humanos.
Gobiernos que defiendan a los migrantes
son una ilusión, tanto como una utopía es que con estos Estados y estas
administraciones gubernamentales se inicien políticas para resolver las causas
que provocan la emigración. Que Estados Unidos cambie su política y garantice
un trato humanitario de nuestros hermanos migrantes resulta también ilusorio.
Indignante es constatar, una vez más,
que el Estado guatemalteco se somete a los intereses y políticas de Estados
Unidos y que el gobierno actual se constituye en gestor de políticas e
intereses externos, quizá porque nunca tuvo en el centro de su orientación la
defensa de los intereses del pueblo guatemalteco.
La politóloga Simona Yagenova afirma
que el hecho de que Guatemala se haya convertido en protectorado de Estados
Unidos tiene implicaciones profundas. Cientos de niñas y de niños migrantes y
sus padres experimentan en carne propia sus consecuencias.
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