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18 de enero de 2019

La disyuntiva de la izquierda electoral


La izquierda guatemalteca se debate entre la reedición de los magros resultados obtenidos en los últimos eventos electorales o lograr la necesaria alianza de sus fuerzas de manera que se convierta en alternativa en esta arena de disputa.

Cinco o seis partidos políticos que se autodenominan de izquierda tienen la posibilidad de participar en la contienda electoral de 2019. Tres partidos inscritos, Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca-Movimiento Amplio de Izquierda (URNG-MAIZ), Winaq y Convergencia, y tres en proceso de conformación, Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP), Movimiento Semilla y Libre (antes Movimiento Nueva República —MNR—). Al mes de junio puede preverse que el MLP y Semilla no tendrán problema en lograr el número de afiliados requeridos y en realizar sus asambleas municipales, departamentales y nacionales, lo cual posibilitaría su inscripción como institutos políticos y la elección de candidaturas para participar en los comicios de junio de 2019. Con alrededor de dos tercios de los afiliados necesarios, el partido Libre podría enfrentar serias dificultades para llegar oportunamente al cierre de la convocatoria, que ocurriría en marzo.

Las últimas experiencias sitúan a los partidos de izquierda como fuerzas marginales a causa de la incapacidad —por razones propias— para enfrentar con coherencia las condiciones en cada competencia electoral. Los resultados electorales confirman la tendencia a su estancamiento en la marginalidad. En las últimas elecciones a la presidencia de la república alcanzó el 2.69 % de los votos al sumar lo obtenido por la alianza Winaq-URNG-MAIZ y el MNR, ambos compitiendo por separado. En la votación para diputados por lista nacional, el porcentaje se triplicó a 9.06 %, resultado obtenido de forma separada por Winaq-URNG-MAIZ (4.32 %), Convergencia (3.84 %) y MNR (0.9 %), aumento que se explica por la tendencia al voto cruzado que realiza el electorado proclive al segmento de izquierda.[1]

Si no cambia el panorama en los próximos meses, muy probablemente participarán de forma separada la alianza Winaq-URNG-MAIZ, Convergencia, MLP, Semilla y Libre, es decir, cinco opciones que competirán por un techo electoral bastante bajo, que rondaría el 10 % de los votos a nivel nacional. Esto implica que dividirían el voto de izquierda en todos los distritos y elecciones en disputa, lo cual redundaría en el resultado no solo porcentual, sino también de diputados y alcaldías que cada una obtenga. En estas circunstancias, varios partidos de izquierda podrían desaparecer.

Esto sucedería en un contexto adverso, en el cual la hegemonía sigue estando a favor de las fuerzas de derecha y de quienes ostentan históricamente el poder. Aun cuando varios partidos de derecha enfrentan dificultades legales para la contienda, las fuerzas conservadoras no tendrán mayor problema en recomponerse y optar por dos o más fuerzas principales para garantizarse —no sin dificultades— el control de los organismos estatales, como sucedió en 2015.

Un riesgo adicional de los partidos de izquierda está en acrecentar su desgaste producto de corrimientos y errores políticos. Este sería el caso de aliarse en torno a alguna candidatura de derecha, que, por su posicionamiento frente al pacto de corruptos, podría ser interpretado como estratégico para lograr su desplazamiento del Gobierno. El riesgo está en dos factores principales: 1) que se alíen con una opción electoral que responda a los intereses y a la estrategia de segmentos de poder procedentes de la clase dominante y 2) que por una alianza de este tipo se profundicen las diferencias entre partidos de izquierda y se profundice el alejamiento de las luchas que vienen impulsando representaciones importantes de movimiento sociales y de pueblos que se ubican en la izquierda social.

La información básica y el sentido común nos dicen que la izquierda electoral se encuentra en la disyuntiva de aliarse hacia abajo y hacia la izquierda o reeditar los resultados de elecciones anteriores: 1) una votación a favor, escasa y fragmentada; 2) un número mínimo de diputados y de alcaldías; 3) mayor división y fragmentación política para enfrentar los retos históricos y coyunturales, y 4) marginalidad política y un camino más largo para pensar en la posibilidad de convertirse en alternativa electoral.



[1] Con relación a los resultados y análisis de la izquierda electoral en el periodo 1995-2011, véase: “De la incompetencia y los retos de la izquierda en Guatemala”, publicado en dos partes por el Centro de Medios Independientes en julio de 2015. En  https://cmiguate.org/de-la-incompetencia-y-los-retos-de-la-izquierda-en-guatemala/ y https://cmiguate.org/de-la-incompetencia-y-los-retos-de-la-izquierda-ii/



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